

La palabra ansiedad es muy utilizada en nuestra sociedad pero, en ocasiones, se encuentra poco aceptada. Cuando escuchamos o hablamos de este concepto surgen muchas dudas y miedos ya que tendemos a pensar que la ansiedad está necesariamente relacionada con los trastornos de ansiedad, pero no siempre sucede así. La realidad es que se trata de una emoción, como todas las demás, y que por tanto sentimos todas personas en mayor o menor medida en algún momento de nuestra vida.
Cuando hablamos de ansiedad es muy común relacionarla con el miedo y, aunque son conceptos similares, cuentan con diferencias. Mientras que el miedo es una respuesta emocional ante una amenaza inminente (real o imaginaria), la propiedad más importante de la ansiedad es su respuesta anticipatoria a una amenaza futura. Este hecho confiere a la ansiedad un valor funcional importante, ya que nos prepara para protegernos de situaciones en las que se pueda estar en peligro. Esto quiere decir que la ansiedad posee una utilidad biológico-adaptativa, que puede convertirse en desadaptativa cuando el peligro al que se anticipa es irreal, en este caso, la ansiedad aparece de forma irracional ante un peligro subjetivo, provocando un gran malestar.
Tendemos a pensar que la ansiedad es exclusiva de la edad adulta, sin embargo, en la actualidad, tanto lxs niñxs como los adolescentes pueden sufrir grandes presiones en relación a diferentes aspectos de su vida. Por ejemplo, un niño que no quiere ir al colegio y llora en exceso cuando pierde de vista a su madre o un adolescente que no consigue seguir el ritmo académico y que tiene frecuentes dolores de cabeza que le impiden ir a clase.
Las repercusiones de la ansiedad infantil pueden llegar a ser muy negativas, ya que interfieren en el proceso de desarrollo y, en algunos casos, pueden evolucionar hacia patologías más severas. Lo que diferencia a estas patologías, conocidas como trastornos de ansiedad, de los miedos evolutivos es la persistencia en el tiempo, encontrándonos con que dicha ansiedad se mantiene más allá de los periodos evolutivos de desarrollo apropiados.
¿Cómo identificamos la ansiedad?
Esta emoción, al igual que cualquier otra, implica tres sistemas de respuesta: subjetivo (cognitivo), fisiológico (somático) y motor (conductual). Algunos de los síntomas más característicos de la ansiedad son;
- Síntomas cognitivos: pánico, preocupaciones, obsesiones, pensamientos intrusivos, inseguridad o dificultad de concentración.
- Síntomas fisiológicos: dificultad para respirar (hiperventilación), dolor de cabeza, sudoración, temblores o alteraciones en el sueño.
- Síntomas motores: evitación, tartamudeo, llanto.
¿Qué podemos hacer?
La forma más importante y eficaz de gestionar nuestra ansiedad es hacer conscientes los pensamientos que la generan y trabajar en ellos. Además, la utilización de técnicas como la respiración o la meditación sirven para ayudarnos en esta regulación.
Observar nuestras sensaciones físicas, pasar tiempo en la naturaleza, expresarnos, dedicar tiempo a los nuestros, leer, bailar, pasear o hacer ejercicio, en definitiva, autocuidarnos, es primordial para aprender a gestionarnos, a nosotros y a nuestra ansiedad.
Clara Gandía Sánchez
Psicóloga Experta en Adolescentes, Trastornos de Alimentación, Duelo y Trastornos de Ansiedad